El shock de la primera clase
Llevo alrededor de 15 años impartiendo clases de violín en Ecuador. Han pasado por mi aula violinistas de todas las edades, desde niños hasta adultos . Y en casi el 100% de los casos, el factor común detrás de los problemas técnicos es el mismo: el estudiante toca con tal nivel de tensión que prácticamente ha llegado a su límite de desarrollo. Sus manos no son libres, pero no lo sabe.
Muchos llegan con una gran ilusión por demostrar lo bien que pueden tocar, y para lograrlo recurren —sin darse cuenta— a una tensión máxima en los músculos, que incluso afecta su respiración, sus movimientos corporales y su pensamiento. Y tras apenas unos segundos de ejecución, empiezan a surgir los primeros “errores” o “fallas” técnicas, que inevitablemente derivan en un fallo interpretativo.
Inmediatamente, la mente del estudiante se llena de pensamientos equivocados: “No estudié lo suficiente… Practiqué solo tres horas en lugar de ocho… Qué vergüenza con el maestro…”
Lo preocupante es que el violinista termina repitiendo estos patrones y, sin darse cuenta, se acostumbra a ellos. Sí, suena absurdo, ¿no? Pero así funciona la psicología humana: podemos acostumbrarnos incluso a lo que nos hace daño.
Como adulto profesional, me toma apenas unos segundos escuchar la ejecución del estudiante para detectar dónde están la mayoría de sus problemas técnicos —independientemente de su edad—. Sin embargo, quien ha caído en este círculo cerrado de tensiones y práctica del error, no lo ve. Simplemente piensa que necesita más práctica, más horas de estudio o más esfuerzo.
Las tensiones nublan el pensamiento lógico y generan un sentido de culpa por los errores que, en realidad, son producto del desconocimiento técnico y de una práctica destructiva del instrumento. Situación que muchas veces se remonta a sus primeros años de estudio y a la guía que recibió en sus inicios.
Entonces llega mi primera pregunta:
¿Puedes explicarme por qué sostienes el arco de esa manera?
En casi todos los casos, el estudiante asume que simplemente “así se hace”, y nada más. Desconoce que hay fundamentos técnicos vitales para liberar la mano y los dedos. También suele pensar que algunas partes del arco están ahí porque son un adorno. Sí, incluso desconocen las partes del arco y su función.
Es aquí donde ocurre el primer shock.
Por primera vez, el estudiante escucha que hay una técnica concreta y una razón específica para sostener el arco de cierta manera. Y no, no depende de su “talento” para hacerlo bien. Depende simplemente de que comprenda los fundamentos técnicos. Y, como resultado, lo hará bien.
Los fundamentos técnicos son reglas simples y naturales. Pero si es que no se integran desde el inicio, terminarán bloqueando la parte más importante del violinista: su productor de sonido, la mano derecha.
En ocasiones, he tenido estudiantes que me dicen que su profesor les puso un aparatito en el arco para “ayudarles” a colocar la mano correctamente… Qué lamentable. El estudiante cree que debe acostumbrarse a poner la mano de cierta manera “porque sí”. Ni siquiera se le ocurre pensar que cada mano es diferente. Algo muy parecido al gran error de colocar cintas en el violín para “saber” dónde poner los dedos afinados.
Si tan solo ese estudiante supiera que, en realidad, no es su culpa. Que todo tiene un origen muy alejado de la realidad que está viviendo en ese momento. Si tan solo supiera que ejecutar con maestría un violín requiere el mínimo esfuerzo posible, por supuesto, una vez desarrollada una técnica correcta. Una técnica que le permita sentirse libre para enfocarse en lo verdaderamente valioso: su interpretación.
Entonces, al escuchar las primeras explicaciones, el estudiante se queda casi perplejo. No puede creer que entendió perfectamente por qué hay que hacerlo de tal manera y que, al probarlo, de hecho funciona. Es decir: no depende de la suerte.
A partir de ese momento, por primera vez siente una pequeña seguridad al ejecutar el instrumento y ya no espera tener suerte, ni que el universo lo inspire para una buena ejecución. No. Simplemente toca el instrumento con conocimiento.
¿Te ha pasado que tu profesor, en lugar de explicarte concretamente qué debes hacer para resolver un problema técnico o interpretativo, empieza a contarte una historia romántica —o incluso esotérica— para que encuentres la “inspiración” que, supuestamente, te ayudará a resolver el problema?
En mi próximo post hablaré sobre los fundamentos de la mano derecha y cómo encontrar la libertad en ella.
Por ahora, solo quisiera que me comentes:
¿Te ha pasado esta situación? ¿Te resulta familiar?
Te leo.